#ElectBlackWomen (Spanish)

 

By Bonnie Field, Kristin J. Anderson

Fran Watson, candidate for Texas Senate

Source: Rachel Quinn used with permission

Las elecciones primarias comienzan este mes en los Estados Unidos con un número record de mujeres que se presentan a candidatas, particularmente mujeres Demócratas. Hay más mujeres que compiten por ser candidatas a la Cámara de Representantes nacional que en cualquier otro momento en la historia de Estados Unidos. Entre ellas, hay un número sin precedentes de mujeres de color que tienen como objetivo ser candidatas tanto a cargos nacionales como a los de los estados regionales. La mirada está puesta en las mujeres afroamericanas concretamente. Esto puede ser potencialmente transformador en tanto que las mujeres, la gente de color, y aquellas que se encuentran en esa intersección tales como las mujeres afroamericanas han estado infrarrepresentadas en la política.

De acuerdo con el Center for American Women and Politics (CAWP), las mujeres ocupan el 20% de los escaños en el Congreso nacional y el 25% de los puestos en las cámaras legislativas estatales. Basándose en datos de 2017 en relación a la representación parlamentaria femenina, la Inter-Parliamentary Union situó a los EE.UU. en la posición 99ª, bastante detrás de países como Suecia (44%), España y Francia (39%) y Portugal (35%). Además, los datos del CAWP muestran que únicamente el 12% de los gobernadores de los estados son mujeres, y los estadounidenses nunca han elegido una presidenta. Del total de 435 escaños en la Cámara de Representantes nacional, 38 están ocupados por mujeres de color. Ninguna mujer negra ha sido elegida gobernadora

La victoria de Trump Para poder valorar el significado de este año electoral hemos de retroceder a noviembre de 2016, cuando los EE.UU. eligieron como presidente al republicano Donald Trump. Su victoria inesperada conmocionó al país y al mundo. Los estudios poselectorales revelaron que el 52% de mujeres blancas habían votado por él. Este porcentaje se convirtió en un recurrente en los medios de comunicación, particularmente entre los de izquierdas. ¿Cómo era posible que una mayoría de mujeres blancas hubiera votado por un candidato que menospreciaba abiertamente a las mujeres? Rápidamente, aparecieron artículos con titulares como "Las mujeres blancas han traicionado a la hermandad y al mundo por haber votado a Trump" y "Mujeres blancas, reconocedlo: vosotras sois la razón por la que Hillary Clinton ha perdido". Aparentemente, la misoginia de Donald Trump era tan explícita que muchos pensaron que las mujeres blancas que predominantemente habían votado a los republicanos en anteriores elecciones presidenciales abandonarían el partido en favor de la candidata demócrata Hillary Clinton. 

Mimar a los hombres blancos Nuestras disciplinas académicas, la Psicología Social y la Ciencia Política, tienen en cuenta la influencia de lo que llamamos en inglés framing (el encuadre) sobre las actitudes políticas. El encuadre influye en el entendimiento de un asunto al resaltar cierta información y minimizar u obscurecer otra. Si el mismo encuadre sobre un suceso es utilizado por los medios de comunicación de manera repetitiva, puede afectar las opiniones de los expuestos a ello. Después de las elecciones presidenciales, el encuadre que la izquierda presentó fue el de las mujeres blancas son culpables de la victoria de Trump. ¿Y cómo fueron encuadrados los hombres blancos? Se les trató con mimo, especialmente si eran de clase media o trabajadora. Tanto la izquierda como la derecha los presentaron como el nuevo grupo demográfico abandonado. Utilizando este encuadre, los demócratas perdieron porque desatendieron las dificultades de la clase trabajadora. Donald Trump ganó apelando a ellos: "La revuelta de la clase trabajadora todavía está hirviendo". La prensa, tertulianos y analistas siguen reclamando que escuchemos a los [hombres blancos] trabajadores y los relatos ponen en el centro del encuadre a los [hombres blancos] trabajadores de las fábricas y los [hombres blancos] mineros que votaron por Trump. ¿Qué es lo que se revela y lo que se oculta cuando las elecciones se encuadran de esta forma? Respecto a las mujeres blancas, tenemos el mágico 52% que votó por Trump. Pero muchos más hombres blancos votaron por él, el 62%. Así pues, si la izquierda busca culpar a un grupo demográfico, debería hacerlo a los blancosno sólo a su componente femenino. Complacer al hombre blanco de clase trabajadora enfadado mientras se culpa a las mujeres blancas es una manera de legitimar las quejas de ellos y centrarse en sus necesidades. ¿Qué es lo que pone en evidencia el segundo encuadre –que la clase trabajadora en los EE.UU. está descuidada? Lo está, como indica el aumento de la desigualdad. Sin embargo, encuadrar a la clase trabajadora como los hombres blancos de clase trabajadora  pone el énfasis otra vez en el hombre blanco como el segmento demográfico por el cual hay que preocuparse, el grupo al que los políticos necesitan cortejar de manera más efectiva. Y ello vuelve invisible a los millones de mujeres trabajadoras y gente de color que pasan también por dificultades en los Estados Unidos. 

En el libro Modern Misogyny (La misoginia moderna), una de nosotras (Kristin) escribe sobre formas de sexismo sutiles y no tan sutiles. Una de ellas es encuadrar cualquier cosa que haga una mujer como deficiente, ignorante y cuestionable; y cualquiera hecha por un hombre como racional, normal, típica y, en consecuencia, ideal. Una segunda es juzgando a las mujeres y a los hombres con estándares de comportamiento descaradamente diferentes; en cuanto a estándares de belleza, éxito, productividad o, como en este caso, patrones de voto. No es preciso señalar singularmente a las mujeres blancas como las responsables del triunfo de Trump. Lo fue más un grupo racial: la gente blanca. 

Cambio de encuadre En 2016, las mujeres como grupo votaron predominantemente por la candidata demócrata, Hillary Clinton (el 54%, frente al 41% de los hombres), de forma consistente con la brecha de género existente desde hace tiempo en los patrones de voto estadounidenses. La victoria de Donald Trump suscitó una oposición sin precedentes. La Marcha de las Mujeres que tuvo lugar el 21 de enero de 2017 –el día después de la toma de posesión del presidente electo– fue posiblemente la manifestación más multitudinaria de la historia de los Estados Unidos. Marchas hermanas tuvieron lugar en todo el país, así como alrededor del mundo. Tanto en la movilización inaugural como en su segunda edición, en enero de 2018, los oradores instaron a las mujeres a presentarse como candidatas a cargos políticos. 

Cuando Trump cumplió un año en el cargo, el apoyo de las mujeres, incluyendo las blancas, había disminuido aún más. El hashtag #TrustBlackWomen (Confía en las mujeres negras) despegó en las redes sociales. El 94% de las afroamericanas había votado por Clinton en 2016 y, por este motivo, se las vio como el grupo más fiable para el voto demócrata. Conforme se van acercando las primarias, hashtags como #ElectBlackWomen (Elige mujeres negras), #BlackWomenLead (Las mujeres negras lideran) y #PowerRising (Poder creciente) promueven las candidaturas de estas mujeres y el activismo político. Además, en otoño del 2017 se puso en marcha el movimiento #MeToo (Yo también/A mí también), que ponía en evidencia el acoso sexual de los hombres hacia las mujeres. Se atribuye a una afroamericana, Tarana Burke, el haber acuñado este lema. Mujeres famosas, blancas y ricas recibieron en primera instancia la atención de los medios con sus terribles historias de acoso por parte productor cinematográfico Harvey Weinstein. Las de color nos recordaron que las mujeres pueden ser acosadas y asaltadas en cualquier circunstancia (trabajadoras del campo, empleadas de restaurantes de comida rápida, las  de servicio en hoteles). Que tantas mujeres de color se estén presentando como aspirantes a cargos políticos en 2018 indica que ellas ignoradas por un partido mientras el otro daba por hecho su apoyo– han tomado la democracia en sus propias manos.

Bios

Bonnie Field Profesora del Departamento de Estudios Globales en la Bentley University (EE.UU.)

Kristin J. Anderson Profesora de Psicología en el Center for Critical Race Studies de la University of Houston-Downtown